Cundinamarca
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El campo nace en la mujer
Uno sabe que está en el campo cuando el olor a tierra húmeda inunda el ambiente. Uno sabe que está el campo cuando todas las personas que pasan, saludan con un “buenos días, sumercé”. Uno sabe que está en el campo cuando, de la cocina, sale una mujer con manos gruesas y un tinto en la mano preparado en agua de panela.
En Colombia, según cifras del Dane a mayo de 2022, existen alrededor de 14, 5 millones de personas que se consideran campesinas y más de 7 millones de hectáreas aprovechadas en cultivos agrícolas, una cifra que equivale a tener sembrado todo el territorio de Antioquia, Quindío y Risaralda.
En una pequeña casa finca en Pasca, Cundinamarca, municipio ubicado a 2 horas y 30 minutos de Bogotá, vive Leidy con su pequeña hija y su esposo. Esta jóven de 24 años, que algún día quiso vivir en la ciudad para convertirse en enfermera, hoy es una de las mujeres que con orgullo se llaman campesinas y que aman el campo.
“Yo pensaba en estudiar en Bogotá, pero el destino me tenía otra cosa preparada. Quería irme para la ciudad, no vivir en el campo porque allí no se ven muchas oportunidades. Pero cuando llegué acá, conocí otro concepto de qué es el campo, de qué es sembrar orgánicamente, sanamente, qué es una soberanía alimentaria”, cuenta Leidy.
La concepción que Leidy tenía del campo cambió cuando Tierra Libre, organización aliada de Oxfam en Cundinamarca, compartió con ella y las demás mujeres de su comunidad qué es el campo y la importancia que tiene para alimentación: un lugar en el que ellas podrían aprovechar todo su potencial para construir una nueva idea del ser campesinas.
Las mujeres que hacen parte de Tierra Libre recuerdan que Leidy era una persona muy callada, tímida y con poca iniciativa, que poco a poco fue cobrando fuerza en su voz, en
sus palabras y en la manera de relacionarse y asociarse con sus vecinas. Allí, en su finca en Pasca, se reúnen alrededor de 18 mujeres artesanas, productoras de leche, cultivadoras y emprendedoras por naturaleza, que se han convertido en empresarias del campo.
“Yo veía a muchas mujeres que eran emprendedoras, que tocaban puerta a puerta para vender sus productos. Entonces yo dije, si yo he aprendido todos esos conocimientos, por qué no los comparto con otras mujeres. Y así nació la idea de crear una asociación legal en la que se puedan vender mayores productos, que mejore la economía sin necesidad de tener un intermediario, sino vender directo al consumidor”.
Leidy continúa siendo una mujer muy observadora, mira con detenimiento a quienes llegamos a su finca y habla con una voz muy baja. Sin embargo, a medida que las conversaciones van fluyendo, su voz va tomando una fuerza que se refleja en sus ojos claros y que es la misma fuerza que quiere heredar a su hija de 4 años, porque su propósito de vida es que las mujeres puedan ocupar el mismo lugar que tienen los hombres en el campo colombiano.
Y a esta reflexión llegó luego de una anécdota que vivió con su esposo: “Yo trabajé con mi esposo una semana y un señor le dice a él ‘¿a su mujer también le pago igual que a usted?’. Obvio, o sea, esa pregunta ofende”, cuenta ella. Y la pregunta le ofendió tanto que hoy, su principal apuesta, es poder darle voz a las mujeres campesinas.
A 86 kilómetros de Pasca, en Mesitas, Cundinamarca, vive Ángela Aguirre, otra mujer campesina que ama el campo igual que Leidy, y que, sin conocerse, trabajan por el mismo
ideal.
Ángela ya no es tan jóven como Leidy, ya no tiene hijos pequeños a quienes criar con sus ideales ni tampoco a quienes heredar su sabiduría. Pero es también una mujer cultivadora, empoderada de su papel como mujer campesina. Estudia de manera virtual la carrera de Trabajo Social porque quiere dedicar el resto de su vida al trabajo
comunitario y al mejoramiento de la vida campesina en Mesitas
.
Hija de unos padres campesinos y criada en un ambiente machista, recuerda que siempre cuestionó las decisiones de su padre en las cuales las mujeres de la familia debían trabajar en el campo y luego cumplir con las labores del hogar.
Hija de unos padres campesinos y criada en un ambiente machista, recuerda que siempre cuestionó las decisiones de su padre en las cuales las mujeres de la familia debían trabajar en el campo y luego cumplir con las labores del hogar.
“Me acuerdo que a mis hermanos nunca los obligaron a que nos ayudarán a lavar un plato porque mi papá decía que no, que los hombres no tenían nada que hacer en la cocina y que las que teníamos que hacer eso eran las mujeres. Me parecía tan injusto que nosotras sí teníamos que hacer lo de afuera y también llegar a hacer lo de la cocina. Entonces nosotras siempre éramos con ese pensar, de por qué nosotras sí teníamos que hacer todas esas cosas y ellos no”, relata Ángela.
La rutina de Ángela consistía en levantarse a las 4:00 de la mañana para preparar los alimentos de ella y sus hermanos, luego debía ir con ellos todo el día a arar el campo y trabajar la tierra, y regresar a dedicarse a los oficios de la casa. Su jornada de trabajo terminaba a las 8:00 de la noche.
Es por eso que el liderazgo de Ángela nace a partir de esas duras experiencias.
“Desde niña yo veía lo que nosotras las mujeres sufríamos en el campo y de ver que el campo no es apoyado realmente por las instituciones, ni por el Gobierno, ni nada de eso. Ver que las mujeres éramos como rechazadas, como relevadas, que nosotras como que no teníamos valor. Entonces eso me impulsó”.
Hoy, desde la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), organización también aliada de Oxfam, trabaja por buscar equidad y garantías en el campo para las
mujeres y los y las campesinas.
Porque el campo nace en la mujer, la agricultura nace con la mujer. La mujer que siembra, que cuida, que recoge, que alimenta, que cocina, que ama. La mujer que da vida a la tierra.
ANUC y Tierra Libre le apuestan a la soberanía alimentaria, a la agroecología, al comercio justo del campo y al empoderamiento de la mujer campesina. Que la mujer, que se levanta todos los días para atender el hogar, para cuidar de su familia, pueda tener los mismos derechos que los hombres, que no tenga miedo de exigir un trato justo y pueda fortalecer día tras días las capacidades de liderazgo que les fueron dadas.